Es normal que los rumiantes estén rodeados de parásitos, ya que forman parte de su entorno natural. El equilibrio entre hospedador y parásito refleja el enfrentamiento entre un rebaño y su entorno parasitario. Paradójicamente, esta cohabitación es esencial para la expresión del rendimiento zootécnico. Si se rompe este equilibrio, como mínimo se produce una disminución del valor de la ración y, en el peor de los casos, mortalidad. Un enfoque razonado puede ayudar a establecer una inmunidad eficaz y hacer que el entorno sea hostil a los parásitos. Sencillo, sí, pero ¿cómo hacerlo?
Pérdida de apetito, pérdida de peso, trastornos intestinales... Una infestación parasitaria en vacas, cabras y ovejas puede tener consecuencias dramáticas si prolifera. El alcance de la invasión puede ir desde un simple descenso de la producción hasta la aparición de verdaderos signos patológicos. Las pérdidas de crecimiento en los rumiantes pueden oscilar entre 80 y 150 g de ganancia media diaria (GMD) en los adultos jóvenes, con una disminución de la producción láctea diaria de 0,5 a 2 litros de leche.